La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
Bienvenidos. 713

Dados de Baja

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Titulo: "Retrato Oficial"
Autor: PipeZappa
Tecnica:Dibujo hecho en Paint
Fecha:2009

Sentado en un trono de bejuco esta el anciano, viendo con lujuriosa envidia a los amantes besándose tras las ramas. El whisky, esa agua turbia que bañaba la trinchera, es su compañero fiel. Un trago amargo bebe el antiguo servidor de la patria. Alas de gallinazo refrescan sus resecos parpados Y a las moscas puso a marchar en el vacío. El tocadiscos que le robo a la viuda alegre lee una espiral roja. Centinelas son las puertas roídas por el comején. El patio de raíces se baña con la cagada de las palomas y el distinguido anciano sonríe al ver tan soberbia escena.

A las cinco de la tarde reza el rosario, pero que ironía es esta vida, ateo se había declarado el hombre y por la insistencia de su berrido de cuartel a Dios le gano una partida de dados en la rivera del Cauca. “Loco esta ese hombre” murmuraban los soldados, pero hay de aquel que controvertiera su historia. Ahora es Dios quien no le cree. De las novias solitarias que le tejían cartas con sus cabellos, no ha vuelto a saber nada. Ellas se fueron junto a las casas destruidas por el paso de su sórdida tropa. Los mangos se maduran y con ellos se hace delicioso jugo para refrescar las soleadas tardes de junio. Aquel árbol era el centro de la casa. Morada de rabietas y cama para la decena de partos que agrandarían las tapias de la morada. De estilo republicano, con techos y columnas de madera traída del Chocó a lomo de mula, azulejos dibujados por un consagrado artesano de El Carmen de Viboral, ciego era el hombre pero su mano estremecedora trazaba una línea como el niño que deja sus huellas en la arena buscando el fin del mar. Sitio de encuentro para las familias de jaula de oro. A las de bronce por cortesía se les dejaba colgar el abrigo en el perchero – “No somos excluyentes”- decía la matrona, una peculiar mujer fruto de un beso robado de dos primos de la primera generación que llego al valle. Aunque ella, ante la gente de bien, prefería decir que era la hija ilegitima del Mariscal Robledo. Y con copas labradas en cristal de Paris, cuanto lujo señores, las damas y caballeros a beber se dijo. El vals del Danubio cortejo de los invitados. Danza apacible a las ocho de la noche ,chanza morisqueta y demás berridos pasadas las once cuando ya los asistentes quebraban las botellas vacías.
A la luz del sol llegaban vestidos con trajes de paño Ingles, traídos al puerto en un contenedor de cucarachas. El saludo formal de los señores en la ilustre casa. Y a hablar del país en la mesa. De lo inmoral de estos días y como repartir esa colcha de retazos, harapienta la habían vuelto ellos pero con ella misma se querían cobijar, dejando al prójimo a merced del frio y la borrasca de mayo. También del linaje de la familia y de quien iba a continuar con la carrera castrense -¡que a punta de sacrificio ha escrito el nombre de la familia! – decían los titiriteros y mirando al niño de ocho años vestido con bermudas cafés, camisita almidonada y mirada perdida en la inocencia de su gesto, le encomendaron forzosamente tal tarea. Al colegio militar se fue a formar. Napoleón, el enano que se perdía en su caballo y dejo ñata a la esfinge del rio Nilo, se lo metieron por las orejas como el hombre al que debía imitar. Y bueno, como homenaje a lo nuestro, Bolívar el gran libertador, el que después de hacer rugir su espada en los llanos, a las casas de las distinguidas señoritas de la Candelaria se iba a acostar. Cual elocuencia ante la tropa, en plena efervescencia de los cuerpos los gemidos son las estrofas del himno de las pasiones. Ahora el que se convirtió en hombre con el consentimiento de la patria boba, en hojas de laurel quiso escribir su historia. Cuanta guerra que declaraban las corbatas en un palacio de mármol el se iba a comandarla. Gran estratega resulto ser. Su mapa dibujado en un mantel dejaba caer las migajas de su voraz apetito. Contienda tras contienda fue llenando el armario con sus triunfos. Medallas de oro, bronce, plata, chatarra, sangre, insignias negras y de águilas desplumadas adornaron su pecho. Cualquier insurrección había que borrarla del escudo, al orden lo miraba con benevolencia.
El pantano de la trinchera invernosa del octubre tropical se seca en enero. Salen los pájaros a cantar un incrédulo poema y las flores a tapizar el árido suelo. La guerra se acaba para aquel hombre aunque no para nosotros, los que vemos como se apeñusca esta morgue de tierra. El árbol de mangos, herencia familiar, en el junio de estos años seco esta. Morada de viudas negras se convirtió. De los hijos, nietos y bisnietos solo quedan unas fotos aprisionadas en un espejo que adorna la mesa de filigrana Momposina. Cercada esta la vieja casona por enormes bloques que de noche alumbran las sombras acechantes. El laureado mira las nubes grises y su solitaria casa sin las notas de un piano de luces es inclemente vacio. Ahí sentado viendo a los amantes escribe su última orden:
“Retirar el frente de batalla. Los enceres regalarlos a un museo o dejarlos en una esquina. Mis medallas fúndanlas y hagan con ellas una tumba a un soldado desconocido, tal vez en homenaje a algún exiliado de las estrellas. Si no ha de ser así, entonces guárdenlas en un paño blanco, es más meritorio para su avaricia dejarlas en sus lagunas mentales. Con la casa, destrúyanla. Las humedades no dan abasto, eso sí, al árbol de mangos no le corten ninguna rama, porque es la morada de los amantes, que desde que tengo uso de razón, siempre están ahí robándole un beso al olvido. A ellos déjenlos en paz que gracias a su lujuria esta distinguida familia pudo asentarse hace muchos lustros atrás en este valle. Cúmplase la orden sin vacilar y con la espalda derecha. Retirar, fuera de combate, ar”.
Amaneció quieta su boca y la casa de sopetón cayó en el asfalto y en medio de la polvareda y al calor de una tarde de junio, el árbol mangos maduros germino y los amantes ahí fundidos en su eterno beso, no fueron dados de baja.

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