La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
Bienvenidos. 713

Pequeña alegoría ficticia del saludo

|

A una muchacha transeúnte

Piénsese en los primeros hombres, los que no conocían la propiedad y en el orden de un buen relato de un autor del mundo real se robaban entre sí sin fallar en la costumbre de manera que nadie tenía más que otros y por ende vivían en paz. Viven en cavernas, como bien nos tienen acostumbrados los clichés de la televisión que inmediatamente nos hacen recubrirlos de un pedazo de piel de oso. Dos de ellos, un día se unen para matar una fiera, y luego del sacrificio, se reparten la piel, para cada uno un pedazo aparentemente igual al de su camarada provisional. Luego del trabajo conjunto, se encuentran luciendo el pedazo de piel respectivo conseguido en la faena, y se acuerdan de aquel momento, haciéndose señas, demostrando cierta predilección por el otro en vista de la repercusión del buen momento que mutuamente los asociaba. Entre las señas que se hicieron los dos que se encontraron, podemos afirmar que surgió el saludo. Saludar es entonces alegrarse por el surgimiento de una asociación positiva a partir de la cual surge automáticamente la predicción de otra alegría.

Ahora piensen en dos situaciones. Una fortaleza y una oficina. Un grupo de guerreros sin calendario y un grupo de empleados autómatas. Un cacique recubierto de autoridad por razones que no me interesan y un gerente recubierto de autoridad por lo que ya es conocido que un gerente se viste de tal cosa. Guerreros y asalariados se paran frente a sus superiores, yerguen la espalda, clavan el mentón, y solo luego de que el distinguido se ha pronunciado, responden al unísono con respeto. En dos momentos de la historia distantes en una medida lamentable o felizmente sepultada en la falta de calendario, los hombres saludan por miedo. Saludar es entonces mostrar respeto por un símbolo de autoridad, ya basare su grandeza en la virtud o en la fortuna.

Imagínese una carta llevada a la lejanía del norte del mundo por un hombre que no tenía nada que ver con ninguno de los dos que por medio de la misiva se conectarían en un plano distinto al de las habitaciones de los sentidos. Mientras un vendaval indeciso de origen y destino arrecia contra las frazadas que lo salvan de la hipotermia recubriéndolas de cristales, el hombre aprieta el paquete contra su pecho como queriéndolo introducir en la boca de su estómago. Una vez entregada la carta, su destinatario la abre, y logra en sus ojos la placidez de lágrimas tibias mientras recuerda las corridas del patio de la escuela, la aceptación de la diferencia en un abrazo en el colegio, y los encuentros ocasionales con su amigo ya en la universidad. Saludar es entonces recordarle al otro que tiene un amigo, es transmitir sentimientos de alegría.

Concíbase, hasta donde la inventiva lo permita, a una bestia creada por un mago para defensa de una villa solitaria. La bestia, acusada de matar un niño que ha devorado un chacal, pasa de pronto de héroe sin gloria a villano imperdonable. Ante la inminencia de la desaparición, deja su padre y se va a la búsqueda de un mundo para él, del que le han contado sus sueños que su particular noción de la realidad no le permiten discriminar a la hora de tomar decisiones como si ocurre con los seres limitados para soñar. Sin maletas, como los hijos no-bastardos de la naturaleza, sale de la villa a recorrer el mundo, que no es más que vacío ingente alrededor de la villa diminuta. Con el hambre que tiene, podría comerse los restos del niño que dejó el chacal. Ya perdida la esperanza tras meses sin agua ni comida, se arrastra sobre una duna de cenizas en un desierto de execraciones, y al llegar a la cima vislumbra un valle en el que ninguna casa es igual a las demás y no hay torres más altas, justo como en sus sueños. Falta bastante camino para llegar al pueblito, pero ha recibido en su vejiga – ¿tiene que ser necesariamente el pecho el albergue de lo noble? – la esperanza de llegar al hogar. Saludar es entonces permitir alegremente una posibilidad.

Solo en uno de los casos anteriores el saludo es un evento sin encanto, y es aquel en el que no está inmiscuida una bella igualdad o una esperanza de ella. Saludar, en el sentido poético del término, en la dirección del encanto incorpóreo que no se corresponde con verdades académicas, es celebrar la existencia de aquellos que sentimos a un nivel lo suficientemente cercano para dotar de brillo nuestros ojos en su presencia.

Un ejemplo de cómo se saluda:

HOLA

A mis amigos, a mis iguales tan distintos a mí, un saludo, y un abrazo.

0 comentarios:

Publicar un comentario