La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
Bienvenidos. 713

Allegro

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De Pipe Zappa

El domingo la ciudad se repone de su resaca, la noche había sido testigo de un aquelarre. Los borrachos, ilustres cronistas del absurdo, se alzaron la bata las señoras, del pago solo quedó el lamento de días venideros. En este país y en estos tiempos el bolsillo vacío se ha convertido en algo inherente a nuestra condición, tanto que ha sido propuesto como análisis de los ilustres académicos, aunque prefiero el punto de vista del borracho.

Bueno dejemos a un lado el tema económico y continuemos con nuestra escena dominguera. Parque de Bolívar, donde el libertador se levanta airoso en su manto de óxido y mierda de palomas blancas, como las que dibujan los generales genocidas. Diez de la mañana. El sol seca los adoquines mojados por el rio que se salió de su cauce. Las palomas, otra vez ellas, huyen de la excomunión para perderse en las cortinas de barro. Tinto y cigarrillos vende la doña y se sienta la dama en la banca. Su vestido rojo lo confeccionaron en un almacén de Junín con tela robada de la sacristía de la catedral Metropolitana, pobre del clero desnudo, pero las Santas Escrituras satisfechas con vestir al prójimo con sus palabras humildes y redentoras. Era una mujer de fino caminar, con algunas décadas marcadas en su piel, pero ese encanto tan particular y esos grandes labios llenos de humo, la hacían centro de todas las miradas.

Se puso a escuchar la retreta. Deliró con Bach y una sonata de Chopin tocó ella en el sendero. Sus dedos eran teclas invisibles que le componían una sinfonía al viento. La gente miraba extrañada ese concierto silencioso, pero ella, inmersa en el pentagrama de sus fantasías, seguía entonando sus sombras. Un coqueteo al violín, sus dedos esmaltados acariciaban con complicidad las cuerdas de una guitarra. Tilín, sonaba la campana de su lengua, pompomropompom retumbaba su vientre, trompetas su labios que le susurraban insinuantemente a los mozos de fina estampa. Y para amenizar dicho recital, su voz de soprano como si fuera la Callas nadando en una alcantarilla. Los músicos de traje, enojados con su ego, interrumpieron su recital dominguero. Ella, la dama de rojo, seguía en su tarima celeste entonando con una memoria prodigiosa las notas inspiradas en la hoja que cae sobre la granada. Compositora innata, cada domingo se va a ver a sus antiguos compañeros de conservatorio, a quienes abandonó por el aplauso de anís y los borrachos del parque que bebían con ella mientras le cantaba sus sueños a sus amantes y a la confidente locura.

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