La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
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Consejo para un escritor

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Consejo para un escritor

A mis 21 años voy a tomarme el atrevimiento de darte un consejo. Cuando escribas o te hagas a la idea de hacerte escritor, nunca por nada del mundo, digas que sos escritor porque correrás el riesgo de matar la fantasía y el misterio que conlleva narrar tu mundo o el de otros.

No te extrañes, y si lo haces, bueno tómalo como la negación tajante y sistemática de una categoría o profesión con el ánimo de renunciar a las virtudes y desventajas que conlleva tan ilustre profesión. Aunque, insisto, el que no escucha consejos no llega a viejo, sentencia el popular refrán.

Y a todas estas ¿Por qué negar la profesión de escritor? ¿No crees que es demasiado incomodo cuando estás en una reunión y dices “yo soy escritor” y dos o tres jovencitas te miran con suspiros contenidos o dos o tres rufianes te piden que le escribas un verso para regalárselo a esas dos o tres jovencitas que te miraron con suspiros contenidos cuando dijiste “yo soy escritor”?

O cuando un sabio, pero no de esos que andan por ahí mirando como cae una flor del guayacán, sino de esos que llenaron su cabeza con datos inútiles te dice: “así que sos escritor, bueno ¿entonces quien es tu influencia?” tratando de encasillar tu obra en tal estilo o emparentarla con la de tal autor. A esos témeles como se les debe temer a los que dicen que tu texto es “original”. Es a veces incomodo asumir el papel de escritor, pero ese escritor que la sociedad cree que sos. Porque como así hay poses para todo también las hay para un escritor.

Cuando yo dije “soy escritor” me miraron desconcertados. No llevaba el traje de tal manera ni hablaba de tales maneras. Aunque con mi aspecto físico podría dar la impresión de ser un hombre calmado, recto y de finos modales, francamente para mí la etiqueta termina yéndose pa’ donde ya sabemos y los trajes planchados e impecables me parecen carentes de vida y demasiado desabridos. No me gusta compórtame como se espera que se comporte un escritor. Tantas guevonadas para llegar a una sola conclusión: “Somos retraídos”. Yo lo soy, ni me rio ni me quejo, es parte de mi personalidad, pero no es parte de mi personalidad adquirir los ademanes que el otro, allá el, tiene.

Se nos acusa o aplaude de ser meditabundos, reflexivos, solemnes, locuaces, refinados, dionisiacos, engreídos, humildes, sabios o brutos. Puede quesea cierto, pero nunca seremos intocables, de esos seres que por un toque divino de los dioses adquirimos una destreza para representar la belleza en un papel y que el mundo, para nosotros, debe estar distante porque nos producirá distracciones. Somos un campo aparte de aquel conglomerado de gente según los que se atreven a indagar sobre nuestra profesión.

Jamás. Somos seres humanos, somos carne fresca que se pudrirá en el ocaso de nuestros días. Nosotros no solo desechamos palabras y sino pregúntale al que limpia los baños de algún restaurante, nuestra piel es dócil o tosca y sino pregúntale a tu amante que sintió al tocar la tuya. Los dioses, los de mi familia, no quisieron verme escritor, querían que fuera medico, abogado, ingeniero, político, militar o cura. Eso de que el escritor se hace lo creo a cabalidad. Uno no nace escritor o es que acaso ¿no pasaste nueve meses en un útero sino en una edición del Quijote o del Ulises de Joyce o en un tomo de la enciclopedia ilustrada? Si fue así, no te tengo envidia porque es mas cómodo y placentero dormir entre fluidos y carne que entre tintas y hojas filosas. Un escritor es aquel que con cada segundo, minuto, hora, día, año, década y siglo está resolviendo esa pregunta que ni el mismo ni todo el saber del mundo podrán darle alguna pista : ¿ yo quien putas soy?.

Nosotros no somos jueces, solo que hay hombres buenos y malos, nosotros no sabemos cuánto dato exacto se confirme, por eso escribimos. Somos ficción, no esperen un hecho verídico de nosotros, y si es así, vallan donde el periódico de los Santos pa’ que se lleve la misma decepción.

Cuando yo era niño lo primero que leí fue la caperucita roja, ahí quise hacerme escritor. Pero años más tarde me encontré con Cesar Vallejo y solo me invadió la frustración. Recuerdo cuando descubrí a Borges como un regalo, porque aparte de estar trabado, tenía el afán de que me contaran como es bailar con una navaja bajo la luz de un faro porteño. Si quería tener pesadillas, ahí estaba Poe o la historia de Colombia. Si quería recordar mi infancia en la finca de mi tío o a mi abuela contándome historias bastaba con leer a Carrasquilla. Si quería saber porque mi abuelo y mi padre llegaban a media noche tambaleando y derrumbando cuadros y floreros, Manuel Mejía Vallejo y su aire de tango podrían darme respuestas. Y ¿Qué es una niña sentada en un caminito de hongos? Lewis Carroll te lo contara. Y ¿Cómo puedes besar a alguien mientras rasgas su rostro? Dorian Gray te darán las pautas. ¿Cómo puedes bailar salsa y armarte un buen porro? Con viva la música harás un curso intensivo.

El viejo y el mar, el coronel no tiene quien le escriba, a la rivera del Sinù, 10984, el túnel, el desbarrancadero, memorias de Adriano, la peste, la biblioteca de Babel, historia universal y sus no sé cuantos volúmenes, historia del arte y sus también no sé cuantos volúmenes, y otros mas que se me escapan fueron mi escuela.

Que mejor academia para un joven que quiere ser escritor que los libros. ¿para qué ir a la universidad o a talleres literarios? Los libros son la ayuda. Unos te cogerán a golpes y otros te cobijaran. Aunque si estudias literatura, filosofía o alguna ciencia exacta o inexacta, conoce la norma para luego reírte de ella y hacer lo que se te venga en gana. Lee a los del siglo de oro para que escribas como Fernando Vallejo cuando conoces el lenguaje tienes tres opciones: hablar refinadamente para inspirar admiración o hipocresía, hablar como un niño para inspirar ingenuidad y ternura o hablar como un borracho para inspirar lucidez, respeto y sinceridad. La vida misma te hace escritor así como el deseo de contar la tuya o la de otros. Así que cuando te pregunten ¿usted es escritor? Di que no y describe en tu interior con detalle cada instante de aquella conversación, cambia los nombres o lugares o consérvalos, si sos tan fiel a la realidad, y luego sigue viviendo cada instante porque sos escritor y cada momento de tu vida lo confirma, como decía una vez el cazador de mariposas amarillas al que le dieron un Nobel: “Hay que vivir para contarla”

Medellín, 10 de junio del 2010

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