La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
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Números de amor

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De Gothic Love (D.E.B.)

Para Él, ella era solo un sueño, era perfecta en todo su ser, tenia todos los números que buscaba.

En sus sueños, ella era el número áureo, tenia en sus ojos la perfección de Pi, sus piernas expelían la magia de mil integrales juntas; sus senos se parecían a su función homónima dividida por una constante, en sus caderas semicircunferencias casi perfectas, y en sus oscuros cabellos las graficas de diez mil tangentes.

Él, la esperó, la anheló, guardó para sí mismo numerosas noches de enrevesado sexo, se las guardó a ella, solo la quería a ella.

Albergaba en su alma millares de incógnitas con una única solución que aun no había encontrado. Ya antes lo había intentado, fueron muchas noches de infructuoso desvelo que solo le generaban más dolor, pero ninguna respuesta.

Su cuerpo, no era más que el símil de una larga recta vertical, pero que parecía haber sido dibujada por un niño de tres años, su rostro daba risa, pero curiosamente, nunca reía. En sus ojos solo se podían ver las cenizas de lo que antes había sido una función cardioide. Era un punto más de un plano en el que no quería estar.

Una noche, en medio del ruido conjunto generado por un sinfín de escandalosos números, la vio. Y sintió en sus entrañas que su inerte corazón había latido una vez, solo una vez.

Pero Él no tenía palabras, solo tenía números. Tendría que esperar mucho tiempo sentado en frente de su chica hasta que el destino le dijera como hablarle.

Le habló; ambos hablaron, y aunque ella no entendía muy bien sus números, aprendieron a quererse. Los dos parecían concurrir en más de un punto. Poco a poco comenzaron a resolverse muchas de sus incógnitas, ella parecía tener las soluciones, parecía ser la solución, su única solución.

Pero para ella este personaje no representaba respuesta alguna, solo lo veía como una línea paralela a su alma, a su amor. Sus ojos decían, mientras su corazón lo pensaba, que nunca tendrían un punto en común, pues sus negros y tiernos ojos, poseedores de una perfección numérica que nunca nadie había alcanzado, solo se preocupaban por mirar otros entes, otros valores que pudiesen aunque infructuosamente satisfacer la ecuación de su amor.

En Él todo se derrumbó, llegó a cero otra vez. Por ella, lanzaba escupitajos de dolor, vomitaba su nombre, y con este sus numéricos sentimientos, pero estúpidamente y después de mucho llorar, se los tragaba de nuevo. Una y otra vez repetía esta escena, cada noche que pensaba en el olor de su cónica vagina, expuesta para todo número racional, mas no para la irracionalidad que habitaba en aquel hombre. Simplemente porque para ella ese mortal no estaba definido, o sus valores no eran significativos.

Nuestro reducido compañero no quiso querer más, no quiso amar más, se encerró en el conjunto vacio de sus destrozados sentimientos, y en tanto su límite con la locura tendía cada vez más hacia el infinito, su alma caía al fondo de un limite negativo y sin fin. Todo esto mientras su pecho era penetrado por la punta filosa de un isósceles, que Él mismo había clavado y seguía empujándolo con sus dedos, mientras un vector muerte le ayudaba en su propósito.

A nadie le importaba, la vida le había hecho entender que no tenía valor alguno, parecía ser el último cero antes de la coma. Agonizante escuchaba la melodía eterna, moría con cada segundo de esa canción, un sonido escrito por otro suicida irredimido.

Quería salvarse y solo ella podía hacerlo. La vio venir presurosa mientras tomaba sus últimas bocanadas del mal oliente aire que le rodeaba. Pensó ilusamente por un segundo que no era tarde para su alargado cuerpo. Pero al alzar la mirada notó como ella tocaba tangencialmente el arma que penetraba su pecho y su corazón. ¡Funcionó! Porque el filoso objeto cruzó su cuerpo cual secante corta una circunferencia.

La miró, y pudo ver en sus ojos el odio y el repudio que ella le profesaba.

Lo odiaba, porque nadie la había amado tanto, porque nadie había deseado con más ternura y fervor su sexo, porque ninguna otra persona habría sido más feliz descansando en sus senos.

Y por primera vez, agonizante en el suelo y mientras veía cuanto le odiaban, sonrió. Comprendió que todo desde el principio estaba mal planteado, entendió que ella era la irracional, ella era la compleja, que era inexpresable en su forma polar, y aunque seguía teniendo en su ser la perfección del número dorado, para Él, ella no era más que una falacia de la naturaleza geométrica.

Tarde, muy tarde, nuestro amigo se dio cuenta que el número perfecto todo el tiempo había estado en su mismo ser, que aunque creía no valer nada, lo era ¡todo! Aun así su último suspiro fue por Ella.

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