La Caja Borracha de Poesía Abierta

Poesía abierta significa conmoción. Semánticamente, está cerca de alguna definición pretendida de arte, pero no aspira a la vanidad de tal término. Poesía abierta es distracción sublime, es aservo de manifestaciones de insatisfacción, es expresión estética inscrita en linderos amplios del juicio sobre lo bello.
¿Qué se saca de una Caja Borracha de tal cosa? Haga usted la prueba, que lo ácido no va a pelarle la mano, que de pronto sí el ojo, y si nuestros humildes girones llegan a feliz efecto, el espíritu.
Bienvenidos. 713

Cosa de adultos

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5 niños con nombre se reúnen en la escuela durante el descanso. Este año no están juntos en clase, pero el beat de sus corazones empieza a uniformarse cuando faltan 15 para las 10. Lo que planean no es poca cosa: hay que vivir la noche, porque los adultos quieren ocultarla. Con mayor o menor diligencia, sus padres o tutores les han dado a todos las mismas razones: que la calle no es para los niños, que tarde en la noche pasan cosas malas, que corren peligro después de cierta hora.

Algo tiene la noche que los adultos la ocultan. Sus ruidos son una sinfonía de incertidumbre que, si un día asustó, sospechada lo suficiente en sesiones colectivas de intercambio de lonchera, ha terminado por seducir. Han comprendido a priori que juntos no pueden moverse, pues los descubrirían muy fácil. Entonces hay que raptar sigilosamente por las calles, registrando los sucesos y relatándolos en tiempo real al resto del clan. ¿Cómo hablar sin palabras? La noche contiene sus propios lenguajes, entonces hay que camuflarse en alguno de ellos.

Uno de los niños sugiere que ladrar puede ser una buena opción. Sin embargo, otro objeta que sería muy peligroso ladrar. Los perros (refiere como fuente de esta versión a su madre) hacen escándalos en presencia del diablo, entonces podrían estar convocando al diablo, y eso no es deseable. Para sepultar esta idea absolutamente, y con un poco más de realismo, otro camarada apunta que sus ladridos no serían muy convincentes.

Luego de barajadas distintas alternativas, encuentran los niños en el sonido misterioso de los vigilantes nocturnos una forma de comunicarse. El último y definitivo mérito de esta elección es el hecho de que para niños distraídos sería imposible aprender a imitar a los vigilantes, pero ellos, soñadores de la noche, ya hace rato aprendieron a hacer sonidos de vigilante. Entonces durante los descansos se reúnen a practicar.

“Trata de decirme algo”. “¿Sí, es eso lo que querías decirme?” “No”. Una y otra vez, la comunicación resulta imposible a base de los cantos nocturnos. Pareciera que las palabras, depositadas con fervor entre las palmas de las manos, no pudieran salir de la cajita sonora con el significado con que fueron sopladas. Entonces un camarada, iluminado momentáneamente, sugiere que es bobada seguir tratando de entender, y que cada quien va a entender lo que quiera, así como por obligación cada cual va a contar lo que quiera de entre todo lo que habrá para ver. Pactado el medio de no-comunicación, los niños deciden salir al ruedo, habiendo adelantado ya la posibilidad de que sus padres no mientan, y fuerzas malignas los alejen para siempre de sus hogares.

5 niños con nombre salen de sus casas furtivamente antes de dar las 12. Se abrazan, se aseguran en sus miradas de contar cada uno con la misma y elevada valentía de los demás, y se dispersan en la noche. Lo primero que se oye allí donde el viento puede llevar los cantos de la tropa, es un concierto de apreciaciones del paisaje. Tempos e intensidades disímiles del quinteto de expedicionarios viajan por doquier anudándose en el relato más puro del miedo y la emoción que se revuelve dentro de cada uno. Lentamente los sonidos van alejándose, hasta convertirse en un murmullo.

5 niños con nombre, cada uno por su parte, descubre facetas distintas de la otra parte del día. Un par de vidrios rotos para el beneficio de la duda –por si las moscas-, y algunos adultos nocturnos espantados adrede para aderezar un poco el rato. De resto, la noche no les parece sino el día vacío de gente; un espacio para hacer lo que se quiera sin regaños; pero sin adultos irritados, ¿para qué hacer lo que se quiere y no lo que se hace siempre?

Al llegar a sus casas, extinto el último rayo de noche cortante de la claridad del día, los niños descubren en los rostros demacrados de sus padres que el pavor a la noche es solamente cosa de adultos.

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